Hacia el «estado fallido»…
En estos últimos tiempos, venimos observando con preocupación la incidencia de la delincuencia en la sociedad.
Los niveles de inseguridad asociados directamente al efecto del narcotráfico en un estado, puede ser bastante significativo donde basta mirar el efecto que provoca en países de la región, nos permite aseverar que no estamos inmunes a que pueda suceder similares escenarios.
El narcotráfico suele estar asociado con un aumento en la violencia, ya que las organizaciones criminales compiten por el control del territorio y de las rutas de tráfico. Esto puede llevar a altos índices de homicidios, extorsiones y secuestros, generando un clima de inseguridad generalizada.
Somos conscientes que el dinero del narcotráfico puede corromper instituciones estatales y funcionarios públicos, debilitando la capacidad del estado para hacer cumplir la ley de manera efectiva y de esa forma cabe la posibilidad de promover la impunidad de aquellos, que a través de su accionar, van penetrando en todos los poros de la sociedad.
Esta actividad ilícita genera ingresos significativos para algunas personas y organizaciones, distorsionando la economía local al crear una dependencia de actividades ilegales y puede, sin lugar a dudas, desincentivar el desarrollo de sectores legítimos.
Del mismo modo el consumo de drogas ilegales, asociadas al narcotráfico, puede tener efectos devastadores en la salud pública, incluyendo adicciones, enfermedades transmitidas por el consumo desmedido de las mismas a través de sobredosis cada vez más frecuentes.
Por otro lado, la violencia relacionada con el narcotráfico puede provocar el desplazamiento forzado de comunidades enteras, así como contribuir a la migración de personas que buscan escapar de entornos peligrosos.
Eso conduce de alguna manera que se vean afectadas las relaciones internacionales de un estado, especialmente si se percibe como un problema de seguridad regional que requiere cooperación internacional para su abordaje.
Estos son algunos de los efectos generales del narcotráfico en un estado, lo que lo puede llevar a transformar el país en un «estado fallido», que no puede cumplir con sus funciones básicas, como mantener el orden público, garantizar la seguridad de sus ciudadanos, proporcionar servicios básicos, administrar la justicia de manera efectiva y controlar su territorio de manera adecuada.
Estos estados suelen enfrentar una serie de problemas graves que afectan su capacidad de gobernar de manera efectiva y de satisfacer las necesidades de su población. Algunos de los indicadores de un estado fallido pueden incluir altos niveles de violencia e inseguridad, corrupción generalizada, falta de legitimidad, incapacidad para proporcionar servicios básicos como educación y salud
Esta relación compleja propia de un estado fallido puede alcanzar el sistema político a través de la corrupción, donde los carteles de la droga y las organizaciones criminales a menudo buscan influir en políticos y funcionarios públicos mediante sobornos o amenazas, con el objetivo de proteger sus operaciones y evitar ser perseguidos por la ley.
Concluyendo la reflexión semanal, la relación entre el narcotráfico y el sistema político es sumamente perjudicial, ya que la influencia indebida, la corrupción y la desestabilización que puede generar representan serios desafíos para el Estado de derecho y la democracia.
En resumen, el narcotráfico y la inseguridad están interconectados en múltiples niveles, y abordar uno de estos problemas suele implicar también abordar el otro. Las estrategias para combatir el narcotráfico y mejorar la seguridad suelen requerir un enfoque integral que involucre acciones en el ámbito legal, policial, social y económico.
Desde Patria Grande apelamos a tomar conciencia, de que si no combatimos seriamente a este flagelo en sus etapas incipientes,vamos inexorablemente hacia un estado fallido.
El director.